Los que señalan al gobierno de Maduro como una dictadura, ¿piensan lo mismo del “pachecato” y del gobierno de Bordaberry? ¿Y viceversa?

Siempre hay excusas para volver sobre el pasado mientras se nos desangra el presente.

Ahora, otra vez, es la peripecia de Héctor Amodio Pérez la que activó la memoria hacia tiempos pretéritos y horribles. La historia ya es de por sí tan enrevesada que puede dejar mal parado a más de uno, sumidos en sus contradicciones, viendo ante el espejo su peor cara, confirmando que el pasado nos convierte en seres con mil rostros.

Una cosa es la extendida ignorancia que le atribuye a la guerrilla tupamara haber peleado contra una dictadura, cuando en realidad la sedición ya era cenizas cuando las instituciones cayeron el 27 de junio de 1973.

La guerrilla comenzó a operar en 1963. Hasta ahora, solo algunos sectores de izquierda, gente que sigue reivindicando en parte aquellos años de enfrentamiento, justifican la lucha armada en que los gobierno de Pacheco Areco primero y de Bordaberry después eran de corte dictatorial. Se clausuraron medios de prensa, se suspendieron las garantías individuales y actuó la Justicia Militar, todo ello avalado por el Parlamento.

Ahora, con el fallo que llevó a Amodio tras las rejas, también la Justicia comienza a considerar a aquellos gobiernos como un contexto que hace pasible cuestionar a quienes, como Amodio, actuaron “bajo la órbita militar”, como dice el fallo.

Lo insólito es que el propio Amodio ha dado argumentos a este tipo de razonamiento cuando –si bien se arrepintió de haber sido tupamaro- reconoció que la guerrilla comenzó porque en Uruguay había un gobierno autoritario En eso se basó en parte la jueza cuando aludió a que Amodio actuaba bajo “la órbita militar”, como si eso formara parte del delito.

Los que reivindican esa visión de un Uruguay que entró en un camino sin retorno antes del golpe de Estado, se las ven en figurillas a la hora de defender un gobierno como el de Nicolás Maduro en Venezuela.

Como Pacheco y Bordaberry, Maduro tiene presos “políticos”. Como Pacheco y Bordaberry, Maduro clausuró medios de comunicación. Como Pacheco y Bordaberry, Maduro dice que la oposición quiere tirarlo.

Pero para buena parte de la izquierda Pacheco y Bordaberry eran dignos de condenas locales e internacionales y Maduro no.

Tampoco le van en zaga la suerte de las contradicciones a los críticos de Maduro. Buena parte de ellos argumentan que en Uruguay rigió una democracia hasta el 27 de junio de 1973, y que la dureza de Pacheco y Bordaberry eran propia de las épocas. Critican a Maduro por tomar medidas similares a las que en su momento tomaron Pacheco y Bordaberry. Pero se cuidan de criticar con severidad ese tramo de los últimos años de democracia porque sería darle argumentos a quienes sostienen que la crisis política y el surgir de la guerrilla se explica en parte por esos gobiernos.

El pasado vuelve a volcarse una vez más sobre el presente, lleno de contradicciones, confirmando que la coherencia no siempre es una virtud aunque en determinados momentos se requiera, con muertos malos y muertos buenos, con presidentes malos y otros no tan buenos. Un pasado que contamina la Justicia, el buen juicio, el espíritu fraterno que necesita una sociedad para salir adelante en estos tiempos de incertidumbre.

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