La excandidata a vicepresidenta por el FA dice que hoy el gobierno favorece a los “malla oro” en detrimento del “pelotón”.

Por César Bianchi
@Chechobianchi

Fotos: Javier Noceti

@javier.noceti

Comenzó a militar a los 13 años, a instancias de su abuela. Fue detenida dos veces durante la dictadura cívico-militar: la primera siendo menor de edad, cuando terminó en el Consejo del Niño; para la segunda vez, estrenaba mayoría de edad y ya era mamá. La torturaron, la violaron, y de grande, se lo contó a sus hijas. Hoy lo cuenta en esta charla, interrumpida por un nudo en la garganta y unos segundos de silencio.

Hoy sus hijas son universitarias, las primeras de su familia. Y ella se dice feliz porque tiene un nuevo nieto, porque tiene un marido que es flor de compañero y porque están todos sanos.

Graciela Villar (64) repasa qué aprendió en la Junta Departamental y qué enseñanzas le dejó la campaña de cara a las elecciones nacionales, que perdió como compañera de fórmula de Daniel Martínez. Dice que no acompañó a Martínez en su intento por volver a la Intendencia, porque cuando éste se definió, ella ya tenía comprometido su apoyo a Álvaro Villar. En sus recorridas por todo el territorio nacional, advirtió la miopía frentista a la hora de leer las preocupaciones de tierra adentro.

Cree que este gobierno, al que califica “neo-herrerista” como lo hace Mujica, hizo un buen manejo de la pandemia. Pero le endilga despreocuparse por los más vulnerables en aras de atender a los que más tienen. Ella cree que Lacalle Pou priorizó a los “malla oro” en detrimento del “pelotón”, que quedó rezagado.

Y doblega la apuesta que tantos dolores de cabeza le dio en la campaña (y la hizo a un lado de los micrófonos): asegura que a fines de 2019 la gente eligió entre oligarquía o pueblo.

“Con los años he podido hablar con mis hijas de las torturas en la dictadura, que suponían un pasaje por la violencia de tu cuerpo, lo físico. Fui violada, era uso y costumbre, sobre todo en las mujeres jóvenes”

-Empezó a hacer política muy jovencita. A los 13 años se unió a la Unión de la Juventud Comunista del Uruguay (UJC). ¿Qué la llevó a militar siendo apenas una púber?

-Tenía una gran influencia de mi abuela, mi abuela era una trabajadora rural que se había venido a Montevideo. Era una analfabeta que se había afiliado al Partido Comunista en la época de Julia Arévalo, cuando trabajaba en una curtiembre. De alguna forma en mi casa la política siempre estuvo presente, tanto por mi abuela, que al ser analfabeta me pedía que le leyera El Popular, como en haber participado con ella en la famosa huelga de los frigoríficos con las damas del Fidel que iban a cocinar para los trabajadores del frigorífico en aquella época. ¡Era otro Uruguay!

Cuando la reforma constitucional (de 1967), “la naranja está podrida, no la vayan a votar”. Ahí también la acompañamos. Creo que lo más me impactó fue participar con ella del velatorio de Líber Arce. Eso me marcó, me decidió de alguna manera, y cuando arranqué Secundaria, era una época muy convulsa en Uruguay y se estaba discutiendo la reforma propuesta por Sanguinetti para la enseñanza. Había un momento de gran insurgencia juvenil, donde Secundaria participaba junto con la Universidad. Fue como una vocación, me sentí siempre militante.

-Durante la dictadura la llevaron detenida en dos oportunidades, la primera vez siendo menor de edad. ¿Recuerda por qué?

-Yo iba al liceo 17 y habían asesinado a Walter Medina, que era estudiante del liceo 17 del nocturno y yo era compañera de su hermano Hugo. Mataron a Walter por la espalda cuando estaba escribiendo un muro con la leyenda “Plebiscito sí”, ya durante el golpe. En el aniversario del asesinato se hace una movilización en La Curva de Maroñas, en la que yo participé junto con Hugo, que era compañero de clase, y ahí fuimos detenidos. Estuve en el Hogar Yaguarón, que todavía existe, del Consejo del Niño (hoy Inau).

-En su segunda detención la llevaron al Fusna. ¿Fue torturada?

-Sí. (Pausa) Con los años he podido hablar de eso con mis hijas, porque las torturas físicas de las mujeres en aquella época… yo era muy joven… suponían un pasaje por la violencia de tu cuerpo, lo físico.

-¿Qué le contó a sus hijas?

-Les conté todo, ya son adultas. La violación, una tanga floreada que tenía me la rasgaron y me la colocaron después con dos nuditos. Un poncho que fue lo que pude ponerme después como ropa… (Vuelve a hacer una pausa, tiene un nudo en la garganta). Sigue doliendo, esas cosas no se superan fácilmente. Fui violada, era uso y costumbre, sobre todo en las mujeres jóvenes. Y yo era muy joven, era muy jovencita.

-Con 19 años y con una hija de un año decidíó refugiarse en Argentina, donde estuvo exiliada hasta 1984. A su regreso a Uruguay se vuelca al sindicalismo en la FUS, participa en la mesa representativa del Pit-CNT y en los ámbitos de negociación colectiva obrero-patronales. ¿Cómo recuerda la lucha sindical en esos años fermentales tras el retorno a la democracia?

-Fue todo un proceso de aprendizaje porque a la salida de la dictadura, sobre todo en el sector salud vivió un fuerte impacto de caída de instituciones mutuales muy fuerte, fue un cimbronazo donde cerraron al hilo instituciones que eran muy fuertes, hubo un gran desempleo. Y fue un aprendizaje. No hay una vocación de ser dirigente, sino que los hechos te van poniendo en ese lugar: la lucha por el trabajo, la lucha por defender el ingreso de esas mujeres que eran como yo, mujeres jóvenes con hijos que quedaban en la calle. Y aprender a dialogar, aprender a negociar, eso fue toda una experiencia en la que crecí como persona también.

El vínculo no era solo con las trabajadoras que compartían mis opiniones, sino que era la necesidad de resolver un problema concreto que afectaba a la mayoría de esas mujeres. Así que fue todo un proceso de aprendizaje, donde también fui yo con otras compañeras, como Cristina González, que era secretaria de la FUS, con Selva Braselli que había salido de la cárcel después de haber estado muchos años presa, y ahí aprendí ese lenguaje que es mucho más amplio que el de la política y que tiene que ver con cómo interpretar las necesidades y generar que la gente se empodere para pelear por lo que necesita.

“Mi trabajo fundamental fue sacar la Junta Departamental hacia los barrios, hicimos sesionar a la Junta Departamental allí. Se creó la primera comisión de asentamientos en la Junta y también una comisión de género”

-De 2005 a 2010 fue edila suplente por el sector Asamblea Uruguay. En el quinquenio siguiente fue edila titular y en 2017 incluso fue presidenta de la Junta Departamental de Montevideo. ¿Qué pudo hacer desde allí? ¿Qué logros destacaría?

-En la Junta Departamental lo que aprendí primero es lo que es un parlamento de la ciudad. Por las experiencias que tuve después en los congresos de ediles, Montevideo es casi un pequeño Estado. Hay una cantidad de áreas en las que tiene competencias o de desarrollo que son mucho mayores a las de otros departamentos, a otras juntas. Y ahí aprendí a legislar. La Junta tiene formas muy rígidas por el digesto departamental y vos aplicás toda la normativa del Parlamento. Ahí el desafío fue cómo vincular ese parlamento de la ciudad con la ciudad.
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Creo que mi trabajo fundamental fue sacar la Junta Departamental hacia los barrios, hicimos sesionar a la Junta Departamental allí. Una cosa son los programas de gobierno -nos tocó gestionar en gobiernos del Frente Amplio-, y otra cosa es cómo esos llegan y aterrizan en el territorio, y las dificultades concretas que hay después, para eso que teóricamente es tan necesario. Eso me permitió generar todo un trabajo hacia los asentamientos en particular, se creó la primera comisión de asentamientos en la Junta Departamental, y empezamos un trabajo donde dirigimos el parlamento de la ciudad hacia esas necesidades, modificando ordenamientos territoriales, buscando ampliación de la movilidad, y generando un trabajo en políticas sociales que no fuera tan burocrático, sino que tuviera incidencia en los territorios con demanda. También, en el período en que estuvo Glenda Rondán, creamos la comisión de género de la Junta Departamental, habida cuenta de que había problemas específicos con el tema de las mujeres y su relación con Montevideo.

-Cuando Daniel Martínez anunció que usted sería su compañera de fórmula de cara a las elecciones de 2019, la noticia sorprendió a propios y extraños. Carolina Cosse hasta llegó a decir que tuvo que googlearla para saber quién era. ¿Qué le dejó la campaña para las elecciones nacionales?

-Lo que la honestidad intelectual pone arriba de la mesa es que yo nunca aspiré a la vicepresidencia. No estaba dentro de mis planes. Cuando Daniel me lo propuso, estaba en una situación confusa dentro del Frente Amplio respecto a cómo se debía elegir la compañera de fórmula (que tenía que ser, sin lugar a dudas, una mujer). No había un acuerdo previo que estableciera que los o las candidatos que habían participado de la interna del FA tenían que conformar esa fórmula. Yo a Daniel lo conozco del movimiento sindical, del período en que estuvimos los dos en el Pit-CNT (él por la Federación de Ancap, yo por la FUS), siempre tuvimos un vínculo de relacionamiento fuerte, afectuoso, y había liderado en alguna medida todo lo que fue el primer período de su gestión en la Intendencia, sobre todo en lo que fue la negociación para los Fondos Capital. Así que me había transformado en algo fuerte dentro de la bancada del Frente. Y como frenteamplista tengo un marco de disciplina fuerte, importante, frente a ese planteo que Daniel me hizo, cuando ya había tenido algunos desencantos previos que fueron públicos. Después que lo discutimos con mi familia, dije: “Bueno ta, vamo’ arriba con Daniel”.

“Vos pensabas: ‘Llego a Durazno, con una UTEC maravillosa, donde gurises de los rincones más pequeños del interior van a ir a estudiar ahí, y la gente no lo agradece’. Pero había otras prioridades que no habían sido realmente escuchadas”

-¿Y qué le dejó la campaña? ¿Qué conclusiones saca hoy, que ha pasado el tiempo?

-La campaña me abrió la cabeza. En primer lugar, tomé constancia de todo lo que no sabía, que es mucho. En segundo lugar, tomé nota de que en Uruguay coexisten 19 tipos de Uruguay distintos, desde todo punto de vista. A veces la macrocefalia montevideana te hace creer que todo funciona con los códigos montevideanos. Y la verdad que no. Cuando llegás a Artigas, a Rivera, a Cerro Largo, a Treinta y Tres, a las profundidades de Durazno, te encontrás con códigos, con necesidades y demandas, que están muy lejos de los montevideanos.

-Fue una de las autocríticas posteriores que se ha hecho el FA, por lo menos en lo discursivo: su divorcio con el interior del país.

-Exactamente. Lo aprendí y es parte de la autocrítica que el FA se tiene que hacer: cómo resolvemos desde acá necesidades que fueron fantásticas. Vos pensabas: “Llego a Durazno, con una UTEC maravillosa, donde gurises de los rincones más pequeños del interior van a ir a estudiar ahí carreras terciarias, y la gente no lo agradece”. Pero la gente no lo agradece no porque sea desagradecida, sino porque había otras prioridades en la sociedad que no habían sido realmente escuchadas. O estar en un pueblo de Treinta y Tres, y que tengan la mejor escuela industrial del país, y resulta que no había ido nadie a inaugurarla, seguía vacía, y vos decís: “¿Y esto por qué?” Porque la gente no la veía como una necesidad.

Y por otro lado, vi procesos preciosos, en ese conocimiento, con el mundo rural. Las mujeres rurales han hecho un proceso que me han hecho llorar en más de una oportunidad, con sus pequeños desarrollos productivos, levantándose a las 5 de la mañana a trabajar con el marido y después darse un tiempo para producir ellas mismas en colectividades. En las mesas de producción rural, la mayoría son mujeres. Y son mujeres anónimas, que nadie las reivindica en ningún espacio.

-Lo curioso es que tras haber sido su compañera de fórmula y haber acompañado a Martínez por todo el país, en las departamentales apoyó a Álvaro Villar y no a Martínez…

-Ahí se dio un desfasaje. Nosotros habíamos conversado muchísimo con Daniel, en esa azotea previo a salir y decirle a la gente que nos faltó un 1,5% para ganar las elecciones, y Daniel no tenía en sus planes volver a presentarse a la IM. En ese diálogo que se da entre dos en una situación muy crítica. Creo que el interno se lo exigió, y en ese espacio se genera por parte de Fuerza Renovadora la propuesta de Álvaro Villar. Hubo un desfasaje entre que Álvaro se define como el candidato de Fuerza Renovadora y otro entorno más amplio, y la definición de Daniel. Creo que él tenía derecho legítimo a ser candidato y haber contado con un respaldo unánime.

-¿Entonces no hubo, de su parte, un desencanto con Daniel Martínez?

-No, para nada. Daniel fue muy bueno en la gestión departamental. Si él se hubiera definido más temprano, yo lo hubiera apoyado.

“El concepto republicano lo que habilita y permite es que personas que venimos de distintos saberes, de distintas experiencias, podemos ser representantes del pueblo. Y creo que eso es lo que habilita”

-En julio de 2019 se dio una polémica porque usted decía en su cuenta de Twitter que era “psicóloga social”. Usted salió a aclarar que eso estaba mal, que no podía tener título universitario ya que no había terminado cuarto de liceo, y allí editó su perfil y escribió “formación en socioanálisis (Taigo)”. “Mi única universidad fue el movimiento sindical”, dijo usted en La Huella de Seregni. A la distancia, ¿cree que fue un error haberse presentado inicialmente como psicóloga social?

-Fue un error desde el punto de vista del impacto que se le dio. En realidad, socioanálisis institucional que es, efectivamente mi título -lo explicó muy bien la decana de Facultad de Psicología- fue todo un proceso que tuvo la propia facultad. Muchos de mis compañeros en ese período revalidaron posteriormente los títulos frente a la Universidad de la República. Y en la jerga, los psicólogos sociales eran identificados como los que egresaban de la escuela Pichón Riviere, los que egresaron de Taigo como yo, y ahí vos trabajás en el análisis institucional y en el impacto de los grupos operativos. Mi error en ese perfil (de Twitter) no fue querer sustituir una competencia que no tenía, sino haber utilizado un lenguaje común como “las parteras” (que no son parteras), con un título que sí me habilitaba para lo que yo decía que era, que es el trabajo institucional.

-Mucha gente cuestionó cómo usted podía ser vicepresidenta de la República si ni siquiera había terminado la Secundaria. ¿Cree que no es un dato relevante?

-Creo que la meritocracia es parte del superyó montevideano. El concepto republicano lo que habilita y permite es que personas que venimos de distintos saberes, de distintas experiencias, podemos ser representantes del pueblo. Y creo que eso es lo que habilita. En la historia del Parlamento está lleno de geniales parlamentarios y parlamentarias, cuyos textos habría que estudiarlos de nuevo, y cuya formación muchas veces no pasó de sexto año de escuela.

-La pandemia del Covid-19 llegó al país 13 días después de asumido este gobierno. En estos años he escuchado y leído gente decir: “¡Lo que hubiera sido de nosotros con estos dos gobernando!”, sobre todo basándose en una foto donde usted está bailando una coreografía con Martínez. ¿Qué hubiera hecho distinto un gobierno del FA? ¿Qué cosas diferentes hubiera hecho un gobierno suyo para gestionar una pandemia inédita?

-En mi primer lugar, yo creo que la gestión de la pandemia fue correcta. No la cuestiono. En segundo lugar, creo que un gobierno del FA hubiera actuado con mayor rapidez. ¿Por qué? Porque hubo un tiempo de demora innecesario en la compra de las vacunas. Creo que medidas que se tomaron al principio de esta pandemia, si se hubieran tomado en el período más grave de la pandemia, cuando pasamos los 6.000 muertos, ahí se debieron tomar medidas más restrictivas de la movilidad. Se debió haber disminuido la movilidad en el pico máximo de la pandemia.

Y creo que sí hubiéramos abierto una negociación muy importante con todo el campo político, que es algo que le faltó a este gobierno. El soporte de la Udelar, lo del equipo de científicos más notables del Uruguay (se refiere al GACH) estuvo muy bien, pero creo que se le escuchó poco. Creo que pudimos haber evitado muertes, las podíamos haber evitado. Pero bueno, con el diario del lunes cualquiera es Pelé. En ese escenario fue correcto el manejo de la pandemia por parte del gobierno. Creo que lo que no evaluó en su justo término es que la pandemia era multifacética: que tenía un aspecto de control sanitario y un aspecto de control social. Y creo que no se hicieron las inversiones necesarias para evitar estas situaciones que estamos viendo ahora en pospandemia, que no están teniendo el continente necesario cuando se tenían los recursos, y se tenían los préstamos para emergencias que había ya gestionado el Frente Amplio y que debieron haberse usado.

-Con el diario del lunes, precisamente, ¿la cosa era entre “oligarquía y pueblo”?

-Por lo menos, es entre los (ciclistas) malla oro y el pelotón. Creo que los del pelotón estamos siendo brutalmente castigados. Siguen siendo expresiones de una derecha que ha perdido el pudor de expresarse, en el Uruguay de las medias tintas donde todos tenemos miedo a determinadas formas de expresarnos, hoy se considera que hay que seguir rebajando los sueldos, que hay que ir a un 70% de los salarios, se sigue sin apostar a las políticas sociales más urgentes de los sectores más vulnerables. Entonces creo que sí, hay empresarios que se han enriquecido y que hoy son portavoces en muchas de las negociaciones, es claro.

-Entonces, ¿cree que tuvo razón al decir que la elección era entre “oligarquía o pueblo”?

-Creo que sí.

-¿Qué opinión tiene sobre la LUC, ese buque insignia del gobierno en su primer año de gestión?

-Pauta un programa de gobierno in totum, en todos los aspectos de la vida del país. Establece un rebajamiento importante en áreas fundamentales de una democracia que había profundizado el FA en sus gobiernos en derechos y en libertades. Y las recorta, totalmente.

“La cosa, por lo menos, es entre los (ciclistas) malla oro y el pelotón. Creo que los del pelotón estamos siendo brutalmente castigados. Hay empresarios que se han enriquecido, era entre oligarquía y pueblo sí”

-Su nombre, el de Roberto Conde y el de Susana Muñiz suenan para la departamental del FA en Montevideo. En concreto, el comité de base Patria Libre elevó su nombre como candidata. ¿Le interesa el puesto?

-Sigo teniendo la misma concepción que tenía cuando acepté la candidatura a la vicepresidencia de la República: voy a estar donde el FA estime que soy útil. En principio, integro Fuerza Renovadora, y su equipo de dirección, y el sector todavía no ha analizado las departamentales, ni la de Montevideo ni ninguna otra. Hasta que eso no se defina, no soy candidata de nada.

-¿Y si propusieran su nombre como candidata a la presidencia del FA? ¿Lo aceptaría?

-No, ya está resuelto: ya hay cuatro candidatos (NdeR: Fernando Pereira, Gonzalo Civila, Carmen Beramendi e Ivonne Pasada) que están respaldados. Primero, se cumple el objetivo de que sea paritaria la representación, y creo que entre los cuatro están representando todo el espectro interno del Frente Amplio. Y si me preguntás si me gustaría: hoy no.

-¿Cómo ve al FA hoy, como partido de oposición? ¿Es una oposición seria y responsable?

-Sí, creo que ha cumplido con eso: creo que es una oposición seria y responsable, pero está necesitando definir con más claridad una estrategia de cómo posicionarse de aquí en adelante, y necesariamente tiene que mejorar la comunicación.

-¿Ve liderazgos claros en este recambio generacional?

-Todavía hay múltiples líderes, que no reproducen en espejo la trayectoria que teníamos de ese trípode Tabaré-Pepe-Danilo, pero que marcan un perfil más acorde con los nuevos tiempos. Pero todavía no hay liderazgos claros.

-Ha dicho que el FA es una fuerza política antipatriarcal. ¿El Frente está ignorando los principios de paridad?

-Le está costando. El Frente se define como antripatriarcal, pero el patriarcado atraviesa a todas las instituciones, y también al FA. Y creo que las mujeres están dando con aliados hombres una pelea muy interesante, para que esa declaración se transforme en hechos en la práctica.

-José Mujica ha dicho que este es un gobierno “neo-herrerista”, Astori ha hablado del fuerte corte personalista del presidente Lacalle Pou. ¿Usted cómo define ideológicamente al gobierno?

-También creo que es neo-herrerista. Está poniendo los acentos en la tradición del herrerismo, una actitud donde se pone el acento en los beneficios de los sectores más poderosos tanto de la economía como del campo; tiene un “nacionalismo” relativo, donde los planteos de romper el Mercosur pueden sonar muy avanzados, pero desde el punto de vista político pelearse con el barrio nunca le conviene a nadie. Y porque tiene una fuerte impronta religiosa en muchas de las cosas que están planteando.

-¿Qué debe hacer el FA para volver a gobernar?

-Tiene que resistir y rehacerse a sí mismo. Y tiene que elaborar un proyecto que sea atractivo para la sociedad uruguaya que tenemos hoy. Y no puede desconocer la realidad que tenemos en el interior del país. Lo tiene que incluir.

-¿Qué está haciendo hoy? ¿A qué se dedica?

-Estoy militando en Fuerza Renovadora, estoy militando en una ONG que se llama Idas y Vueltas, que trabaja con los migrantes, y estoy trabajando. Soy la directora general del centro de educación de los trabajadores de la salud.

-¿El Frente Amplio es feliz hoy?

-El Frente es feliz cuando tiene grandes causas para abrazar. El Frente fue feliz cuando consiguió las firmas (contra 135 artículos de la LUC), el Frente es feliz cuando sale el 8 de marzo a defender a las mujeres, el Frente es feliz cuando sale a la Marcha de la Diversidad. El Frente es feliz cuando tiene grandes causas.

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