El indeseable fenómeno climático ha provocado situaciones de déficit hídrico durante la actual década.

Las últimas previsiones de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por su sigla en inglés) señalan que El Niño tiene los días contados y que podría producirse una rápida transición hacia la fase de La Niña.

Los datos recabados por la NOAA entre el 1º y el 26 de febrero muestran que las aguas del Pacífico Ecuatorial están mostrando una disminución de las temperaturas. Sin embargo, la última actualización de CFSv2 de hoy indica una anomalía negativa en los próximos tres meses, indicando La Niña.

El Niño-Oscilación del Sur (ENSO) se caracteriza por la presencia de anomalías positivas (El Niño) o negativas (La Niña) de la temperatura de la superficie del mar (TSM) en el Pacífico tropical, junto con cambios en la circulación atmosférica. Entre 2020 y 2022 hubo La Niña activa, y en 2023 una transición a un El Niño que todavía se mantiene hoy.

La Niña está a la vuelta de la esquina

La actual fase de El Niño alcanzó su máxima intensidad en diciembre de 2023, cuando las anomalías de la TSM en la región Niño 3.4 alcanzaron los +2 °C, por lo que fue un evento fuerte, según informa la web especializada Meteored. Tras alcanzar este pico, el fenómeno está empezando a mostrar signos evidentes de debilitamiento, con una disminución gradual de las anomalías positivas de la temperatura superficial marina en ese sector. En otras palabras, parece que El Niño tiene los meses contados.

De acuerdo con las últimas previsiones de la NOAA, el escenario más probable es el de una rápida transición de El Niño a ENSO-neutral de cara abril-junio de 2024, con una probabilidad de ocurrencia en torno al 80%. Pero lo más significativo es que podría desarrollarse La Niña durante el próximo invierno.

Para los expertos de la NOAA ya nos encontramos oficialmente en una “vigilancia de La Niña”, a pesar de que en este momento el océano Pacífico permanece aún en una situación de El Niño. No obstante, los efectos del fenómeno de El Niño en las temperaturas y las precipitaciones globales pueden persistir hasta el mes de abril.

Se están detectado aguas oceánicas más frías de lo normal en amplias zonas de las profundidades de este sector del Pacífico, y que se expanden rápidamente hacia el este: todo indica que El Niño está llegando a su fin.

Después de agosto se impondría claramente la fase de La Niña, extendiéndose desde los nueve meses hasta tres años, siendo más fuerte mientras menor es su duración. Normalmente comienza coincidiendo con el verano boreal, alcanzando su intensidad máxima a finales de año y debilitándose a mediados del siguiente. Sin embargo, La Niña se presenta con menos frecuencia que El Niño.

Las consecuencias

La fase fría del ENOS aparece cuando los vientos alisios del este se refuerzan, provocando el afloramiento de aguas frías procedentes de las profundidades del Pacífico tropical oriental, lo que se traduce en un enfriamiento a gran escala de la superficie del océano Pacífico oriental y central, cerca del ecuador. En cambio, el agua más cálida es transportada hacia el Pacífico occidental.

En lugares como Indonesia y Australia las lluvias pueden ser más abundantes de lo habitual, mientras que en América del Norte suele provocar períodos muy secos, con inviernos muy fríos en el oeste y más templados en el sureste. En América del Sur predominan unas condiciones más secas y frescas de lo normal en Ecuador y Perú. En el Caribe y en el noreste de Brasil las precipitaciones suelen ser cuantiosas. Además, la temporada de huracanes suele ser bastante activa durante la fase de La Niña.

En Uruguay, el fenómeno de La Niña se ha hecho sentir con intensidad cada año desde 2021. Su efecto más notorio ha sido una disminución significativa de las precipitaciones durante el invierno y la primavera, lo que ha provocado severas situaciones de déficit hídrico y sequía.