Shani Goren recordó el miedo y el horror que atravesó desde el ataque hasta su liberación, y habló de las heridas que perduran.

Shani Goren, la joven uruguaya-israelí secuestrada el 7 de octubre por el grupo terrorista Hamás y que fuera liberada a fines de noviembre tras casi dos meses en cautiverio en la Franja de Gaza, afirma que todavía continúa a la espera de que los otros rehenes regresen.

“No se puede seguir con la vida mientras ellos estén ahí, ese es el problema, es como si todavía estuviéramos estancados en el 7 de octubre. Yo he vuelto, pero creo que no podré completar mi proceso de liberación antes de que todos regresen”, dice Goren en una entrevista con semanario Hebreo. “Es más difícil saber que estás aquí y que hay otros amigos allí, entre ellas mi mejor amiga Arbel Yehud”, añade de inmediato, y también menciona a otros tres amigos secuestrados: David Cunio, su hermano Ariel, y Sasha Trupanov.

Goren, nieta de uruguayos, recuperó su libertad el 30 de noviembre en la última tanda de civiles libertados en medio de un alto al fuego pactado por entonces.

En la entrevista con Ana Jerzolimski para el semanario Hebreo, Goren se mostró partidaria de que el gobierno israelí “pacte un acuerdo” de modo que los demás rehenes puedan volver a sus casas.

“Primero hay que devolver a los secuestrados y luego pelear contra quien hay que pelear. Si no, estarán allí años. Cada vez se confirma de otros secuestrados que estaban con vida y que ahora resulta que se sabe que están muertos. Así fue con Elad Katzir que se sabe que estuvo vivo en cautiverio. Quizás si los hubieran devuelto antes, estaría vivo. Y tantos más…”, responde cuando le preguntaron si sentía que a los cautivos en Gaza se les estaba terminando el tiempo.

Goren también dice que “siempre” tuvo miedo de los ataques de Hamás, pero que “nunca” pensó que podía ocurrir algo así. “En mis mayores pesadillas pensaba que quizás lograrían infiltrarse a Israel diez terroristas, no lo que pasó el 7 de octubre”, afirma.

En primera persona

Con base en su relato, en la mañana del 7 de octubre, apenas empezaron a sonar las alarmas, habló con su hermano Amit, quien le dijo que vaya corriendo hasta lo de sus amigos.

“En el kibutz, de mi familia, estábamos sólo mi hermana Shira, mi padre y yo, cada uno en su casa. En ese momento no sabíamos qué estaba por pasar, pensamos que eran sólo los cohetes. Ni por un momento imaginamos que habría una infiltración de terroristas como la que hubo. Tenía miedo, como siempre, pero no de algo así. Nadie imaginaba que el ejército durante horas estaría ausente. En Nir Oz, todos los que quedaron con vida se salvaron solos, nadie nos rescató. Los terroristas estuvieron horas en el kibutz sin que llegue ni un soldado, desde las 06.45 hasta más o menos las 14 horas”, narra.

Según cuenta, a través de mensajes de WhatsApp comenzó a enterarse que había terroristas dentro de otras cosas. Y de pronto llegaron a la suya. “Primero tiraron una granada que por suerte no explotó. Oí silencio al principio, no entendía, como si estuvieran esperando algo. Yo estaba en el cuarto seguro, en la cama, en ropa interior. No me imaginaba todavía la cantidad de terroristas que habían entrado”, relata.

“Así que entraron, gritaban en árabe. Uno de ellos me tiró de una silla un pantalón. Y uno me arrancó el teléfono de la mano apenas entró y se lo puso en el bolsillo, así que Nofar escuchó todo, pero no grabó porque se dijo que no quería que eso quede registrado como la última conversación.Ese terrorista me sacó de la casa y mientras salía vi que otros 10 destruían todo en la casa, tiraban todo al piso, rompían y robaban. Y cuando salí, a eso de las 11 de la mañana, vi el cielo absolutamente negro. Vi que la casa de Shir, una amiga, estaba abierta y grité pero nadie podía ayudar. Y los terroristas eran cientos, por todos lados.Vi que a las dos casas al lado de la mía no entraron. Y al salir, me llevaron a recorrer el kibutz”.

Goren también cuenta que los terroristas juntaron a distintos vecinos y luego los agruparon a todos en una especie de tractor, para llevarlos hacia Gaza. En ese trayecto, dice, fue herida, aunque por las Fuerzas de Defensa de Israel.

“Nos cubrieron y empezamos el camino en esa especie de tractor chico, algo así, hacia Gaza. Cuando estábamos a unos 150 metros de la valla, quizás un poco más, apareció un helicóptero. Parece que le habían dado la orden de derribar todos los vehículos que vieran en camino a Gaza. Pero su intención era matar terroristas, no sabían que había secuestrados. Digo con cinismo que por suerte hicieron mal el trabajo, ya que si bien sí mataron a todos los terroristas, menos uno, todos nosotros nos salvamos, menos Efrat Katz. Pero todos recibimos esquirlas, hasta ahora lo estoy tratando”, afirma.

Luego de un rato, otros terroristas pasaron por el lugar y los cambiaron de vehículo, para seguir camino a Gaza.

Así lo cuenta este fragmento de la entrevista:

¿Cómo fue la entrada a territorio de la Franja de Gaza?

Lo más fuerte fue ver a toda la gente feliz, civiles, gritando “Alá hu-Akbar”, celebrando que nos habían llevado a Gaza.

Y era evidente que ustedes eran civiles…y que había allí cuatro niñas chicas.

Por supuesto. Yo recibí golpes en la espalda, muy fuertes. Y estaba claro que los cientos que nos rodeaban eran civiles, que celebraban lo que estaba pasando. Nos pasaron a otro coche más chico. Sharon recuerda que la gente se colgaba también como junto a las ventanas.

Cuando veías a los civiles, población de Gaza ¿sentías que se trata de gente oprimida por Hamas?

No, para nada, estaban felices cuando los terroristas volvían trayendo secuestrados. No parecía que había ningún tipo de caos. Nos llevaron a una especie de comandancia y sentíamos claramente que gente quería entrar para atacarnos y lastimarnos. No los dejaron.

A ella la llevaron a una casa. Durante el cautiverio, según cuenta, las niñas orinaban en la basura y los niños en una botella. La comida era muy poca y debían compartirla, aunque cada vez le daban menos.

Según cuenta, estuvo allí hasta el 23 de noviembre. Luego comenzaron a moverla de lugar. Días después, cuando le dijeron que la liberaban, la subieron a un auto. “Nos indicaron qué hacer, cómo actuar, subimos a un auto, pero el que manejaba dijo que no vamos a casa. Estuvimos en un túnel con Sapir Cohen, que yo sabía que estaba secuestrada”, dice. En el pasaje final de la entrevista, además, Goren señaló el peligro que sentían por ataques de civiles.

Estuviste sólo una noche en un túnel. ¿Cómo lo describirías?

Un miedo terrible. El solo pensar que es la Gaza subterránea, me parecía una locura. Pero para mí fue sólo una noche y salí a casa.

Contaste de los videos que los terroristas obligaron a mirar. ¿Hubo otras pruebas de terrorismo sicológico?

Nos decían que Netanyahu no quiere salvarnos, que sólo le interesan las reformas que estaba planeando. Sé de casos mucho peores, de otros secuestrados que pasaron cosas terribles.

¿Qué es lo que te daba más miedo?

Que nos linchen civiles y que muramos en un ataque de la Fuerza Aérea dirigido a los terroristas. El tema de los linchamientos era terrible porque se oía a la multitud, trataban de entrar al hospital, era aterrador. Estaba claro que los civiles de Gaza eran peligrosos para nosotros.

¿Cuál era la peor pesadilla?

Que nos quedemos allí. Que nos maten. Que nos quedemos atrapados allí sin volver nunca a nuestros seres queridos.

Ante la pregunta final de cómo ha cambiado su vida después de ser secuestrada, Goren responde: “No puedo realmente sentir que regresé mientras mis amigos y todos los demás sigan en Gaza. El proceso de reinserción no puede completarse mientras gente tan querida siga en Gaza. Es como si parte de mí aún estuviera allí”.